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Por Werner Krapf, artista plástico, arte-educador y crítico de arte.

La obra de Mauro Kersul nos revela un artista que trae consigo una inquietud saludable en su proceso creador, en su poesis y que la comparte al espectador, en un incesante proceso de recreación y reconstrucción de sus significaciones. Sus temáticas chocan en el trivial, no en aquel sentido que podríamos inferir sentidos fútiles y superficiales, sino en aquel en que como observador atento de su realidad inmediata, consigue absorber el zumo, aquello que le importa de lo cotidiano, retirando de él sentidos y significaciones que, sus manos, a través de sus pinceles, instrumentos y herramientas diversas, resignificadas en un arte que siempre nos traerá una explosión colorística, de líneas que se entrecruzan, se resbalan, con gestos que nos remiten forzosamente al arte cubista de Picasso, pero con una marca propia, revisada, retransformada - otra cosa - su cosa. En el caso de que se trate de una obra de arte o de una obra de arte, se trata de una obra de arte. Su capacidad para tomar temas pinzados de su día a día en temáticas tan eivadas de fuerza vital, de una relación de colores tan vibrante aliados a una construcción lineal contundente, hace su trabajo siempre de una fuerza que le es intrínseca y de un placer enorme en compartir su reconstrucción a partir del proceso siempre continuo en traer significado a través de la mirada.